martes, 23 de marzo de 2010

Viaje a India. Extractos de cuaderno I


Al final has llegado. Así que recorrer medio planeta ha sido tan solo  un breve transcurso de salones, rótulos de horarios, escaleras mecánicas, avisos por megafonía,… y claro está, el vuelo.

Aun  no has traspasado  la línea y en la mano sujetas la tarjeta de embarque ahora inútil. Remetes y aprietas el estuche de  las lentillas en la delgada billetera de cintura. Revisas y recolocas las tarjetas, compruebas suspirando como el pasaporte  de estreno y con él tu retrato y tu nombre  han quedado torvamente combados...

Mas allá de la cabina de control, mas allá de la cinta plástica amarilla de la aduana no hay vuelta atrás. Deberás ahora recorrer el corredor ritual,  esta sala-pasillo de extraños mármoles rojos, hasta su extremo, allí donde están desapareciendo las almas viajeras que no han sido tu compañía y que de todos modos ya no verás jamás. Allí donde aquella puerta naranja se abre en una secuencia  sin pauta fija con ese giro inhumano que suena a montadora de suelas o a desmotadora de algodón. Precisamente  allí, en donde en breve, la hoja accionada volverá a cerrarse, ...esta vez  detrás de tu espalda.

Y  sucederá entonces lo que has estado hasta ahora esperando: que este universo largamente murmurado, paladeado en imagen y palabra se desplome al fin sobre tu cabeza, ... Intuyes, o deseas tanto que parece que intuyes,  el modo en que  devorará  sin pausa ni piedad toda extensión de tu ser,  esta vieja suela despegada, este liviano filamento de algodón...

Después de todo ¿A que has venido sino?

El  resto de la carga no es gran cosa, te lo dicen, te lo agradecen los hombros, la cadera y los años. Te lo repite un alivio antiguo de adolescencia libre que ahora despierta y te acompaña,... una pequeña mochila montuna de ataque  en la que caben dos mudas, un par de finas sandalias de ducha, dos rodilleras, la bolsa de aseo, una linterna frontal, no se que pastillas contra la malaria que nunca probarás  y dos guías clásicas que han planteado la primera encrucijada que  en algún momento deberas resolver:

India del Norte o India del Sur.

 Te preguntas si acaso alguna decisión será posible  mas allá de la puerta naranja al final de la sala-pasillo, el corredor ritual de los mármoles rojos...


Foto: Tronco del Banyan (Ficus benghalensis) Arbol sagrado y a la vez árbol nacional de la India  en una calle central de Mumbay. . Cautiva a  teólogos y místicos, a todos los devotos del panteón de 300.000 deidades que lo adoran, lo miman, lo adornan y lo riegan con mantras y gestos de arrobo. Tal vez porque mientras crecen sus ramas hacia la luz y el cielo no olvidan  dejar caer finas raíces aéreas que alcanzan el suelo como lianas. Con el tiempo las lianas se hacen firmes, toman cuerpo y forman nuevos troncos satélites  de modo  que un solo pie crece en complejidad y extensión creando un pequeño bosque intrincado que proporciona sombra, frescor y protección divina.

De los banyan me sedujo  su capacidad vegetal de absorber elementos foráneos sin necesidad de rechazarlos: adoquines, asfaltos, mobiliario urbano, las ideas, una escalera ... en poco tiempo desaparecen en un continuo abrazo de parénquima tropical. Es una deliciosa y constante metafora del carácter hindú: pueden absorber y envolver en lo cotidiano de sus hábitos con facebook, dispositivos samsung, jergas del rap y arquitecturas de vanguardia europea sin alterar su enraizada y solida cualidad,... Ni niegan ni rechazan las aportaciones de occidente, es mas, las celebran, las integran en su día a día,  las disfrutan,,... pero no pierden la raiz.

Abajo otros banyan en otras partes de la India






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