lunes, 28 de julio de 2008

Ubi sunt

Definitivamente este mundo no tiene solución. He visto por streaming un viejo film de 1936 titulado Things to Come. Me encanta la ciencia ficción, probablemente porque me permite reflexionar sobre la estupidez del presente. La vida futura, así se titula en español, se desarrolla en su segunda parte en una Evertytown del 2036 donde se habían alcanzado casi todos los sueños civilizatorios… Pero entre tanto avance y confortabilidad narcótica, se elevaba la voz crítica de un escultor: <<el progreso…, ¿qué es el progreso?>>. Reconozco que me impactaron aquellas palabras. Comprobaba desde mi observatorio cartujo cómo mis compañeros eran proporcionalmente más esclavos conforme se sofisticaba la tecnología. Cuando sólo había faxes se recibían X mensajes, ahora X5. ¿No venían los avances informáticos a liberarnos? Había más facilidades que nunca para comunicarnos, pero eso generaba más volumen de trabajo, más velocidad cotidiana, más urgencias y más estrés. Se activaba una rueda imparable, un tobogán que apuntaba hacia un permanente ataque de nervios. Y qué decir de la “ansiedad comunicativa” a través del Facebook, el gran Leviatán que rige los nudos sociales contemporáneos y que nació de las frustraciones de un discapacitado para la comunicación convencional. Sí, nos comunicábamos de inmediato, pero también se asalta nuestra intimidad al instante, se publicitan al menor descuido tus andanzas fotografiadas en un golpe de clic por todo el mundo. Las redes sociales, la gran panacea que está provocando verdaderos terremotos afectivos sin ofrecer verdaderas soluciones. Por no hablar de la adicción a los móviles, de los cocoon absorbidos día y noche en el ordenador, de los yonquis de los vídeo-juegos. Todo se consume en un abrir y cerrar de ojos, también los eventos. ¿Qué queda de todos los fastos humanos? Entonces me vinieron a la cabeza esos versos de Las coplas de Jorge Manrique, siempre me habían impresionado: “qué se hizo el rei Don Joan?/ Los Infantes d’Aragón, ¿qué se hizieron…”. Ahora recordaba la palabra mágica: Ubi sunt?

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