jueves, 28 de octubre de 2010

"De lo que no se puede hablar hay que callar" Ludwig Wittgenstein

¿Cuál es la materia que sostiene nuestra expectativa,  aquella que aviva nuestros deseos, alimenta nuestros engaños, la misma que desvía nuestra conciencia, e interrumpe y fragmenta nuestra atención,  el sustrato que confunde al fin nuestro discernimiento?

¿Cuál es la naturaleza de la verdadera y única enfermedad humana, la sustancia que desustancia las sociedades, el núcleo oscuro que descompone los imperios, el germen de la disgregación de las generaciones?

A aquellos de nosotros, los anhelantes  del Noúmeno, los hambrientos de Realidad Ultima, los que padecemos la sed de Plenitud y de Infinito, … ¿Qué es lo que hemos descubierto como empalago de los sentidos internos, como moho verdinoso de la existencia, como la razón de nuestro repetido desencuentro?

Ayer lo barruntaba, hoy lo he descubierto:

es la palabra.

Percibo ahora la palabra como el instrumento de la veladura de lo Real,  el perpetuador de Confusión Primordial, el depositario maquillado de nuestra naturaleza , el parásito interior que devora los frutos superiores, vampiriza incansablemente el reino de lo inexpresable, y todo ello para seguir manteniendo la preeminencia, el control,...el poder.

Y así todos discurrimos en este vivir que es incluso menos que sobrevivir: estómagos y genitalias transeúntes, depósitos de ansiedad, dolor y rabia circulando y contactando, friccionando, enmascarándose y ocultandose en palabras que lubrican, suavizan y acolchan las esquirlas de nuestras almas rotas.
 Y digo yo: ¿Para que contribuir a alimentaros con este blog, devolviendo palabras a las palabras ?
¿Para que perpetuar este viejísimo y cansino ciclo de vanidad y ofuscación?

Es el último  de los posts.
Y la Nada reverencial, la Nada limpia, pristina y pura es la última de sus imágenes,…

Os abrazo en silencio

                                                      RODRIGO MARCILLA