viernes, 12 de febrero de 2010

Automática (7 minutos)





Me he levantado con un impulso de acción enredado en anhelo de sensaciones nuevas e intensas: frescor de mañana, caras nuevas, tratar con problemas de tierra, de sudor y de genuina necesidad humana,... 
 es un impulso antiguo de adolescencia y juventud anterior de que se transmutara en deseo de conocimiento interno. 
Parece que quema este encierro y esta cotidianeidad, quema el aislamiento. Parece que el mundo clama y reclama que extienda mi ser sobre su piel, esa sabana amplia de aspereza dulce y suavidad amarga impele por envolverme por entero.

Los días de mi vida son una repetición incansable de esta incomprensible alineación ciega que oscurece y nubla la sutil y diluida evidencia de pertenecer al corazón de todos los seres, del inmenso y poderoso misterio íntimo y elemental de estar en realidad confundido con el último rincón sensible de la sustancia de este mundo, de todos los mundos.

Me siento como un mendigo, aceptando la limosna de las palabras y los harapos de los pensamientos para apaciguar la limitación interna de mi existencia.

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